En lo central de su experiencia de fe se sitúa el anhelo por vivir la santidad, el ardoroso compromiso por el apostolado y la entrega generosa y fraterna en el servicio. En estas tres dimensiones se expresa la identidad, el estilo y la proyección del MVC.
En lo central de su experiencia de fe se sitúa el anhelo por vivir la santidad, el ardoroso compromiso por el apostolado y la entrega generosa y fraterna en el servicio. En estas tres dimensiones se expresa la identidad, el estilo y la proyección del MVC.
La gran tarea que descubre el MVC en esta hora de la Iglesia es la de promover una renovada evangelización y reconciliación, para que así sus miembros, aspirando a ser permanentemente evangelizados y reconciliados, puedan ser evangelizadores y reconciliadores según los impulsos del Espíritu Santo.
El MVC desea vivir de manera intensa la comunión en la fe católica. En primer lugar, reconoce que forma parte de la Iglesia y quiere, como tal, contribuir en su misión. La comunión brota y se nutre del encuentro con el Señor Jesús. Dicho encuentro es el camino hacia la participación plena en la Comunión Divina de Amor que es la Santísima Trinidad.
El MVC está básicamente organizado en comunidades de fe, en las cuales los creyentes anhelan de manera consciente y activa vivir la comunión y la fraternidad evangélica, para proyectar luego esa experiencia en todos los servicios que el Movimiento presta. Se reúnen en grupos dinámicos en los que todos se conocen, viviendo la experiencia de la fe como porción de la Iglesia, reflexionando en sus vidas a la luz del Evangelio, compartiendo sus experiencias, rezando juntos, creando lazos fraternos de amistad. El corazón de la vida y acción de estas comunidades de fe y de todo el Movimiento está en la sagrada Eucaristía, «Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida» (Presbyterorum ordinis, 5), fuente de la comunión y de la reconciliación.