MVC Cali

Movimiento de Vida Cristiana Cali

Somos un movimiento católico que anima a sus miembros «laicos, clérigos y consagrados» a vivir la vocación a la santidad y al apostolado.

La ‘dulce’ iniciativa de dos adolescentes que desde EE. UU. ayudan a la Casa San José, en Cali

La historia comenzó a finales de 2019, cuando el mundo no imaginaba confinarse por la pandemia del coronavirus. En Pleasanton, California, Sara Molina, de 16 años, una estadounidense de padres caleños, planeaba un viaje a Cali junto a algunos de sus amigos del colegio para apoyar una obra social.

— Todo empezó porque en diciembre de 2019 fuimos a un evento benéfico para repartir regalos, y Sara invitó a su grupo de amigos del colegio. Se propusieron, cada 3 meses, apoyar a la comunidad de Pleasanton, donde vivimos. Sin embargo, cuando yo conducía de regreso, les dije: “ustedes no se imaginan las necesidades que existen en nuestro país, Colombia”.

Fue en ese momento cuando a Sara se le ocurrió armar un viaje a Cali en junio de 2020, y trabajar como voluntaria junto a sus compañeros en algún proyecto social. Pese a que nació en Estados Unidos, ella y su hermano Mateo mantienen un fuerte arraigo por Colombia – cuenta María del Rosario Molina, su madre.

Una vez el viaje fue planeado, María del Rosario buscó en Internet en qué obra podrían ayudar su hija y sus amigos. Se le ocurrió escribirle un correo a Olga María Fernández de Soto, la directora de la Casa San José, en Cali, quién le respondió que el mejor lugar para hacerlo era precisamente la Casa.

Ubicada en el barrio Bellavista, la Casa San José, que hace parte de la fundación Solidaridad en Marcha, comenzó a trabajar en 2007 con los recicladores del oeste de la ciudad con un programa llamado la Caja del Amor. Cada diciembre acuden a benefactores para que apadrinen una familia de recicladores y le entreguen una caja con un mercado, obsequios para todos, una carta.

Tres años después, la Casa San José se dedicó a atender de manera más puntual a los recicladores y a las personas de la tercera edad. También a familias de Bellavista que pasan dificultades. Abrió un comedor comunitario, y después, un hogar permanente. Al principio el cupo en el hogar era para 4 personas. Ahora son 13, y cuentan con el apoyo de geriatras y trabajadores sociales.

—En la Casa San José tenemos programas de capacitación, de arte, atendemos las necesidades en salud y alimentación de los recicladores y las personas de la tercera edad. Nuestro objetivo es dignificar sus vidas – cuenta Olga, su directora.

La idea de Sara y su grupo de amigos, entonces, era trabajar como voluntarios en el Club Aprendo Contigo que tiene la Casa San José para los niños de las familias de recicladores. Allí se les hace refuerzo escolar en matemáticas, en inglés, y Sara pretendía aportar en ello, además de donar útiles escolares. Pero llegó la pandemia del coronavirus y el viaje debió suspenderse.

Sara, sin embargo, no se quedó de manos cruzadas. Reunió a su mamá, a su hermano Mateo, a su padre, y les propuso que hicieran galletas, las vendieran, y el dinero íntegro se enviara a la Casa San José para financiar los mercados de los recicladores en tiempos de pandemia. Como debido a las medidas de bioseguridad ya no podían ir todos al comedor comunitario, en la Casa decidieron eso, garantizar la alimentación de todos enviándoles directamente los mercados.

Dos adolescentes hornean galletas en EE. UU. para ayudar a la Casa San José en Cali

Sara y Mateo crearon una página web para ofrecer las galletas (humankindcookies.org) y al principio supusieron que apenas se venderían entre su grupo de amigos. Es la misma receta que prepara su mamá, María del Rosario, para las fiestas de cumpleaños. Resultó todo un éxito: hasta antes de San Valentín, habían vendido 4.271 galletas en Estados Unidos, con lo que recaudaron $25 millones para la Casa San José.

 


— Toda la familia apoya el proyecto. Compramos de nuestro bolsillo los ingredientes de las galletas y lo recaudado se envía a la Casa San José. Los fines de semana es cuando Sara y Mateo hacen las galletas. Ya te imaginarás lo difícil que es limpiar la cocina. Y a veces están rendidos porque también tienen las obligaciones del colegio, pero siguen adelante. Sara además aprendió a manejar hace poco así que para entregar los pedidos se demora un montón, pero no importa. Es muy bonito lo que están haciendo, y se sienten felices de aportar a su país, a su ciudad. Aunque nacieron en Estados Unidos, Cali y Colombia son un lazo permanente en sus vidas – cuenta María del Rosario.

La familia lleva radicada en Estados Unidos 20 años. María del Rosario y su esposo pensaron que apenas iban a estudiar allá, pero aparecieron oportunidades que hicieron que se quedaran. Después nacieron Sara y Mateo.

Pero enfrentar una pandemia lejos de sus demás familiares no ha sido fácil. Se siente temor de lo que puede pasar. Además, son tantos los contagios de coronavirus en Estados Unidos, que decidieron no salir de la casa a no ser que sea necesario. Así que preparar las galletas, concentrarse en el proyecto, ha sido terapia contra la ansiedad del confinamiento.

— Las galletas se venden por encargo. Se abren órdenes para el mes por Instagram y Facebook y ha sido hermoso ver cómo tanta gente ayuda al conocer el destino del dinero. Vivimos en un suburbio chiquito, cerca a San Francisco, y la gente de la zona nos apoya. Una colombiana en otro estado, Carolina Arias, mandó dinero para enviárselo a la Casa San José. Valentina Bustos y Daniela Pineda (13 años), también hijos de padres caleños, hornearon y vendieron las galletas en Florida para Navidad. Es mucha gente unida. Y la idea es seguir apoyando hasta que haya demanda de las galletas, aunque parece que será por mucho tiempo – dice María del Rosario.